“Siempre hemos visto la
versión masculina de la guerra y del franquismo, pero no la de la mujer. Y mucho
menos enfocada con ironía y humor”
La actriz Llum Barrera está de
enhorabuena por el gran éxito de la obra de teatro en la que actualmente trabaja El manual de la buena esposa.
Mallorquina,
estudió Periodismo e Interpretación en Barcelona y lleva 13 años viviendo en
Madrid.
Ha
participado en numerosas series de televisión de gran éxito como Hospital Central, Siete Vidas, El comisario
o Aquí no hay quien viva. Es simpática,
trabajadora, y con mucho sentido del humor.
¿Cómo definirías “El
manual de la buena esposa”?
Es
una comedia con mucho ritmo y muy buenos temas dentro de lo que era la Sección
Femenina. Te hace pensar sobre lo que fue la historia de la mujer en este país durante
los tiempos del franquismo y la guerra.
¿Cómo te comunican que
te dan el papel y cuál es tu reacción?
En
mi caso fue un proceso largo. Hace más de un año Quino Falero, el director, me
llamó para contarme el proyecto y a mí me pareció un tema muy atractivo a la
par que arriesgado. Siempre hemos visto la versión masculina de lo que fue la
guerra y el franquismo, pero la visión de la mujer así tan cruda nunca la
habíamos visto, y mucho menos enfocada con esta ironía y este humor que el
público se lo podía tomar bien o mal. Nos costó conseguir un teatro, pero al
final contamos con el Teatro Lara, estrenamos con bastante miedo y a las dos
semanas ya se vio que esto era un bombazo. Vimos que la gente incluso repetía y
compraba entradas para sus madres, tías, abuelas… Incluso vienen autobuses de
mujeres que lo han vivido y se lo pasan bomba.
Todo ese “bombazo” ha
llegado nada menos que a las 100 funciones…
Sí,
la semana pasada. Además, nos dijeron que continuábamos todo el verano, la temporada
que viene... Sí, sí, ¡va a ser duro! (risas). Mientras el público quiera aquí
estaremos. Es una suerte poder estar también en la cartelera de Madrid, que
realmente hay tortas para entrar, y tener trabajo.
¿Cuál crees que ha sido
la clave de este gran éxito?
Yo
creo que en primer lugar la época en que vivimos las comedias son muy
agradecidas. La gente hace el esfuerzo de comprar una entrada y se lo pasa muy
bien. Dura hora y media, que eso también se agradece, y no tienes rato para
mirarte el reloj y decir “ah, ya debe de quedar poco”. Tiene un ritmo muy
rápido, escena tras escena, y todas empiezan muy arriba y te hacen pensar
mucho, pero luego, porque durante la obra no te da tiempo a pensar. (risas)
¿Cómo es trabajar con
Mariola Fuentes y Natalia Hernández?
Ellas
son unas locas de la vida, lo cual a mi me viene muy bien porque yo también
estoy muy pirada y ahí nos equilibramos. En esta escena yo estoy más loca, en
la siguiente ellas más, en la siguiente las tres estamos muy locas… (risas)
Tenemos las tres un sentido del humor muy parecido y una manera de trabajar muy
metódica. No queremos ser una más graciosa que la otra, que eso es lo peor que
puede pasar en comedia.
Si tuvieras que quedarte
con una escena de toda la obra…
Yo
creo que una de las más alabadas y comentadas es la de la folclórica (una
cantante en un casting que se le censura la letra) de las guindas. Para mi
sorpresa también ha gustado mucho la escena de Massiel, que es una chorrada que
nos inventamos para hacer la transición, y encima es playback. (risas)
Pero en la parte de la
folclórica sí que cantas en directo y bailas, y te defiendes muy bien... ¿De
dónde te viene ese arte?
Pues
realmente no lo sé, porque soy de Mallorca, hija de salmantino y de cacereña…
Pero siempre los amigos de Sevilla me dicen: “es que tú pareces del mismo
Sevilla” (con acento andaluz y bromeando). Desde pequeña me gusta la copla.
Llevo muchas obras que me piden cantar y a mí me encanta. No me considero
cantante pero sí una actriz que canta.
¿Crees que hubieses aguantado
en esa época de represión contra la mujer?
Creo
que como todas. Hecha la ley hecha la trampa. Inventándote metáforas y figuras
retóricas para hablar de lo que realmente querías hablar, como Rocío Jurado
cuando cantaba el clavel y en realidad era… (risas) Todo para salvar a los
tontos-lerdos de la censura. Eran tan absurdo todo… Y desde luego, la posición
de la folclórica aún se lo podía tomar más a guasa que la ama de casa que tenía
que cumplir un manual para tener contento al marido. Eso me parece terrible. Si
hubiera una hecatombe nuclear las mujeres y las cucarachas sobreviviríamos.
(risas)
¿En la actualidad existe
esa censura en los guiones, por ejemplo?
La
censura la seguimos viviendo. La tiranía del productor o el directivo de
televisión que igual en su vida ha visto un guión y de repente te lo cambia
todo. Igual mete a una niña de 16 años y a una madre, que debería de tener
mínimo 35, pues que tenga también 22. Esto es la censura de nuestros días, que
sobre todo vivimos las mujeres. Yo he leído cosas muy buenas que luego se han
cargado…
¿Algún error durante las
obras? Porque 100 funciones dan para mucho…
Errores
hay todos los días. Toses, te equivocas, se te va la letra… Y en ese momento te
inventas lo que crees que tiene más sentido. La compañera te mira con cara de
circunstancia… Pero creo que eso hace grande el teatro. La gente habla y espera
que le contestemos pero no es así…
¿La gente llega a
hablaos?
Sí,
sí. Cuando yo le digo a la niña “¿Tú sabes lo que es el tabor?”, las señoras
responden “¡Yo sí!”, “¡No!”, “¡Pues tampoco lo va a saber!” (risas)
Lo único, ¿llega a
aburrir representar un día tras otro, mes tras mes, el mismo guión?
Esa
es la eterna pregunta del teatro. Intentas que no, pero no negaré que el máximo
que he estado con una función han sido dos años, y ahí ya no sabes que más
investigar de tus personajes… En esta obra tenemos mucha suerte porque hacemos
ocho personajes cada una, y eso da más juego. Con El manual… podré aguantar fácilmente hasta dos años.
Además de en teatro, has
participado en series de televisión como “Aquí no hay quien viva”. ¿Cómo la
recuerdas?
Nos
lo pasamos muy bien. Yo estuve tres temporadas y hasta ahí llegamos. Aquello
era un ritmo de trabajo insoportable, de muchísimas horas. Se podría decir que
fue un poco caos la planificación de producción de esa serie, porque no se paró
en ningún momento durante tres años. Fue una locura sobre todo para los
guionistas, que no daban abasto. Pero, a pesar de todo, yo recuerdo que nos lo
pasábamos bomba. A mí me vino muy bien porque fue la primera serie nacional en
la que me dieron un papel con continuidad. Además, como la siguen emitiendo
parece que sigues grabando y algunas personas te preguntan que cuándo hacemos
la siguiente temporada. (risas)
¿Y eres de las que luego
le da vergüenza verse?
Pues
no te creas que lo paso muy bien. En teatro como lo haces y no te ves… Notas
por el público cuándo lo haces mejor o peor, pero en la tele no sabes cómo has
grabado. En cine es mucho peor, porque ruedas un año antes de ver la película.
¿Son duras las críticas?
Yo
tengo la suerte de que suelo caer bien a la gente. Pero evidentemente, siempre
hay gente que te critica porque no sigues el canon de belleza que ellos
querrían, porque no les gusta la manera que tienes de hacer humor… Tenemos que
convivir con ello.
Lo que mucha gente
desconoce es que eres licenciada en Periodismo. ¿Cómo una periodista decide
meterse en el mundo de la interpretación?
Porque
me aburría un poco. Yo quería hacer radio, y estuve haciendo las prácticas en
Radio Barcelona, pero cuando se acabaron yo veía un camino tan largo encerrada
en la redacción que probé suerte y descubrí que era mi verdadera vocación.
Luego me vino muy bien mis nociones de periodista porque a raíz de ser actriz
presenté programas de televisión en Baleares.
Te vemos siempre
encasillada en papeles cómicos. ¿Es agradable para ti?
Yo
tengo una gran suerte que es tener vis
cómica, y si por estar encasillada me dan trabajo, bendito sea el señor. Lo
triste es que no vean de lo que eres capaz. Al principio no me llamaban para
hacer una cosa dramática, pero ahora ya sí. Y me gusta, porque también es
aburrido hacer siempre de graciosa.
¿Descartas volver al
periodismo?
Yo
no descarto nada. Siempre que puedo hago colaboraciones en radio y prensa.
¿Si tuvieras que elegir
entre televisión, teatro o cine?
No.
Una cosa no. Soy un culo inquieto y cuando llevo ya un tiempo haciendo una
cosa, quiero otra. No sabría vivir sin ninguna de las tres cosas.
¿Tiempo libre?
Poco.
Y dedicado a mi hijo de dos años. Luego de mayor se pondrá un piercing y dirá que
es todo culpa mía. (risas)
¿Qué te dice tu familia
cuando te ve actuar?
Para
mi familia soy la mejor. Mis hermanos me critican mucho cuando voy a algún
concurso de televisión porque no suelo acertar. Yo les digo que he nacido para
ser comparsa, no concursante. (risas)
¿Próximos proyectos en
mente?
Seguir
con El manual de la buena esposa a
ver cuánto aguantamos, y quizás luego ir de gira. Este verano también me toca
grabar la segunda temporada de Pulseras
rojas en TV3. Y de momento, poco más. El resto está en el aire. Esperamos
que vuelva un poco el optimismo. La gente que tenía dinero sigue teniéndolo.
Que lo invierta en cultura. También estos tiempos sirven para agudizar el
ingenio y situar a cada uno en su sitio. No hace falta un decorado de 30
millones de euros. Con 3.000 se hacen cosas muy bonitas. Así que ahora se
valora más la creatividad que el dinero.