lunes, 19 de mayo de 2014

El último redoble de la temporada

Banda de tambores de Azagra, en la salida de misa. / Jesús Vílchez

Campanas de fondo en la localidad navarra de Azagra. Los feligreses salen de la iglesia de San Salvador. Han sido nombrados los nuevos cofrades de esta temporada de la Hermandad de la Santa Vera Cruz. Silencio en la calle. "Ya empiezan", comenta una señora. Unas baquetas de madera suenan al blandirse y a continuación, una elevada melodía al unísono. Es la banda de tambores de Azagra, que celebra su festividad y el fin de la temporada 2013/2014.

Formación vista desde el final. / Jesús Vílchez

Como cada año, el primer sábado del mes de mayo se celebra el Día de la Vera Cruz, y la banda de tambores, perteneciente a la Hermandad, deleita a los ciudadanos con sus cuerdas percutidas a la salida de misa. Antes, los recién nombrados hermanos han recibido sus condecoraciones como agradecimiento. "Llevaba tiempo queriendo hacerme cofrade y este año me he decidido. Así contribuyo al menos al mantenimiento de esta tradición tan bonita", explica una de las nuevas hermanas.


La cofradía de la Santa Vera Cruz de Azagra cuenta en la actualidad con 708 cofrades y es una de las más antiguas de Navarra, pues su fundación se remonta al año 1659.

La banda, sin embargo, se creó en 1998 con el objetivo de acompañar a los pasos de Semana Santa. Está formada por 40 cofrades, de edades muy dispares, pues no existen límites de edad. Hay niños de ocho años y adultos sexagenarios. Todos ellos dan la talla tanto en los ensayos como en cada actuación.

Además de tocar en actos religiosos, durante los meses de febrero a abril acuden a concentraciones de bandas similares por gran parte de la geografía española con el objetivo de pasarlo bien entre todos y dar a conocer su música como reclamo turístico. Los azagreses han ido a localidades como Logroño, Albarracín, Tudela, Alfaro, Almazán, Soria, Tarazona, Calahorra, Villamediana de Iregua, Ausejo, Murillo, etc. La presidenta de la cofradía de Azagra, Mari Mar Llorente, destaca la exclusividad de estos actos: "en Navarra, sólo hay concentraciones de este tipo en Tudela y Azagra. A la gente le gusta mucho".

Las exaltaciones -así es como ellos mismos denominan a estas concentraciones- se realizan los sábados, para que las bandas puedan ir desde sitios remotos. La hermandad anfitriona invita a una serie de cofradías, y éstas a su vez le devolverán la invitación cuando se realice el acto en su localidad.

El círculo exterior golpea sus baquetas en el aire mientras los de dentro lo hacen en el parche. / Jesús Vílchez

Intercambio de golpes entre compañeros. / Jesús Vílchez

Si por algo destaca la banda de tambores de Azagra es por su creatividad, innovación y velocidad. Cada año renuevan la canción de las exaltaciones, que puede durar entre 10 y 20 minutos. Durante este tiempo, van alternando toques, ritmos, velocidades diferentes… Y todo ello con una coreografía muy trabajada: se cruzan entre ellos, se dividen, golpean sus baquetas con las del compañero de enfrente, se agachan, se levantan, giran, golpean en el aire… Todo un espectáculo que deja al público con la boca abierta.


En las exaltaciones no hay ninguna banda que gane, pues se trata de concentraciones cuyo objetivo consiste en fomentar la tradición y el buen ambiente. Entre algunas, existen ya lazos de amistad que en muchos casos se ha trasformado en hermanamientos oficiales. La cofradía de Azagra lleva meses intentando gestionar el hermanamiento con la de Almazán (Soria).

Al frente de la batuta se sitúa Raúl Fraile Jiménez, profesor y experto baterista de Grávalos (La Rioja). Fraile tiene una larga trayectoria profesional, pues ha tocado con músicos de reconocido prestigio como Lucía Pérez, Melendi, Malú, Rosa, Cómplices, Guaraná, Huecco o David de María. Gran parte del éxito de la banda azagresa es gracias a su originalidad, creación, gestión y dedicación.

Miradas de complicidad. /Jesús Vílchez

Los ensayos son fundamentales para que la gente quede impresionada a cada golpe en el parche. Una canción para exaltación con una coreografía completa lleva muchas horas de trabajo. Primero por parte del profesor, y después por los alumnos. Ensayan unas cuatro horas a la semana en un local que les cede un vecino de la localidad. Dependiendo de cómo vayan viendo el resultado, días antes del estreno dedicarán más o menos tiempo.

Aunque habrá gente que piense que los niños no están preparados para aprenderse coreografías y canciones, lo cierto es que muchos de ellos tienen una capacidad muy buena de retención musical, lo que les permite avanzar con soltura. Además, son parte del encanto del espectáculo. Sus miradas, gestos de concentración y empeño hacen que la gente quede encantada.








Tambores familiares

Los instrumentos de la banda (bombos, tambores y timbales) pasan de generación en generación, de padres a hijos, de tíos a sobrinos, entre hermanos, primos… 

Bombos y tambores preparados antes de la actuación. / Jesús Vílchez
Ocurre lo mismo con los trajes -hábito, capirote, cíngulo y capa- que portan durante la Semana Santa. Es todo un signo de tradición. Cuando un miembro de la familia no puede continuar formando parte de la banda, suele ceder su equipo a una persona de su entorno, normalmente menor, que seguro que lo desea. 

Resulta curioso, ya que quien lleve muchos años en la agrupación habrá visto pasar a generaciones diferentes de una misma familia.







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