martes, 17 de abril de 2012

La cocina de la escritura


La cocina de la escritura es un manual de redacción para todas las personas que quieran aprender o perfeccionar la escritura. Se trata de pequeños y a la vez grandes consejos dados por Daniel Cassany, doctor en Filosofía y Letras.

Vivimos rodeados de un mundo en el que saber escribir es una necesidad básica, pues el simple hecho de cumplir con los deberes fiscales o participar en la vida cívica requiere estos conocimientos.

Por tanto, escribir significa mucho más que juntar letras. Hay que ser capaz de expresar información de forma coherente y correcta para que los demás lo entiendan.

Una de las cosas a tener en cuenta a la hora de escribir tiene que ser la legibilidad, es decir, el grado de facilidad con que se puede leer y comprender. Para que un texto sea más asequible al lector, las palabras deben ser cortas, básicas, frases no muy extensas, lenguaje correcto, marcadores textuales, variación tipográfica, etc.

Para habituarnos a escribir podemos comenzar tonando notas o llevando un diario personal. Cuando comenzamos, podemos apuntar en un papel todo lo que se nos ocurra, aunque parezca evidente, sin preocuparnos por la gramática o la caligrafía. También podemos valernos de plantillas en las que se respondan las 6W o las caras de un hecho, frases empezadas o palabras clave (sustantivos, adjetivos o verbos) que iremos desarrollando.

El párrafo debe de ser de unas 4 o 5 frases, y tenemos que evitar mezclar largos y cortos sin motivo aparente. Las frases serán de entre 20 y 30 palabras, y conviene no repetir, evitar muletillas o comodines, preferir palabras concretas y sencillas, evitar los verbos predicativos y utilizar marcadores textuales para aportar amenidad.

Hay que tener cuidado con los signos de puntuación, porque se tiende a confundir la sintaxis con la entonación.

Dependiendo la situación, emplearemos un tono y léxico diferente. Entre los hablantes, existen palabras con connotaciones para ellos. Eso significa que no se puede considerar nada neutro y no hay una barrera formal entre lo coloquial y lo formal.

Para persuadir al lector, tenemos que ser concretos y amenos, usando un léxico claro pero enriquecedor, valiéndonos de exclamaciones, interrogaciones, frases hechas, despieces que complementen la información… El tono personal suele interesar más al lector que el neutro.

Las páginas escritas son imágenes con las que con sólo mirarlas ya podemos hacernos una idea de cómo será el texto. Su organización debe constar de márgenes generosos, equilibrio entre tamaño de letra y separación lineal, expresiones importantes pueden ir marcadas gráficamente, marcar la página y título claro.

Por último, es el turno de revisar el texto, teniendo en cuenta todos los aspectos anteriormente citados. Según, Cassany, aquí se nota la diferencia entre el aprendiz y el experto, pues el primero se limita a reparar las averías y el experto reconstruye el texto. Mientras que para el aprendiz revisar parece algo obligatorio, para el experto, revisar forma parte del actor de escribir.

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